Nunca es tarde si la dicha es buena. Y mucho más tratándose del sacramento del cual trata este blog. Ya que, si tenemos que hablar de edades creo que no es necesario decir que no hay que confundir la edad adulta del crecimiento natural con la edad adulta de la fe porque, así como decía Santo Tomás: “La edad del cuerpo no prejuzga la del alma. La vejez honorable no es la que dan los muchos días, no se mide por el número de los años”.

No se me ocurre otra forma de empezar este artículo al que con tanta ilusión accedí escribir desde el momento en que me lo propusieron con la frase <nunca es tarde si la dicha es buena>, motivo por el cual se entiende a través de la lectura de este artículo.

El arte de la confirmación, así es el título y de lo que trata este artículo.

Si he de ser sincera conmigo misma y con todo el que me lea, a mí la palabra confirmación me sonaba a un sacramento más y ya, el cual solamente era necesario en caso de contraer matrimonio y, por la iglesia; de ahí que he llevado tantísimos años a la espera de poder recibir tan especial sacramento. Pero no, no es así, es mucho más que eso. Una vez que me puse de lleno en el tema dado que era lo que me correspondía; leí, vi y comprendí que la confirmación no es un sacramento más y ya, el cual solo sirve para dar pie a un paso más en la vida acompañado de otro sacramento, el del matrimonio. Sino que la confirmación no es nada mas y nada menos que un sacramento tan importante como cualquier otro y por lo que a mí me corresponde, desde mi parecer, hasta la fecha, el más importante.

Tan solo pensar que la confirmación es, entre otras cosas, una reconfirmación del bautismo, es decir, un sacramento en el cual se perfecciona la gracia bautismal me llena de emoción por el simple hecho de poder decir y reconfirmar de viva voz “sí a Cristo y sí por Cristo” con la gracia que da el Espíritu Santo para enraizarnos más profundamente en la filiación divina.

Pero, de todo lo que conlleva este acto me quedo con que es el acto en donde se imprime en el alma una marca espiritual indeleble, el “carácter”, que es el signo de que Jesucristo ha marcado al cristiano con el sello de su Espíritu revistiéndolo de la fuerza de lo alto para que sea su testigo.

Y ya, que mencionamos al Espíritu Santo, papel indispensable en la Confirmación, creo que no se nos puede pasar por alto el mencionar sus siete dones, los cuales se logran también gracias a dicho acto (al acto de la confirmación) y que son:

  • Don de la sabiduría, don que ilumina nuestro entendimiento y enciende nuestra voluntad para poder descubrir a Dios en lo corriente de todos los días.
  • Don de entendimiento, el cual permite que el alma, con facilidad, participe de esa mirada de Dios que todo lo penetra.
  • Don de consejo,
  • Don de fortaleza, el cual encuentra en las dificultades unas condiciones excepcionales para crecer y afianzarse, si en estas situaciones sabemos estar junto al Señor.
  • Don de ciencia, don por el cual Dios nos muestra realidades escondidas a nuestros ojos, así como conocer nuestros errores y descubrir nuestros propios dolores para que seamos curados por este don.
  • Don de piedad nos impulsa a tratar con inmenso respeto a quienes nos rodean, a compadecernos de sus necesidades y a tratar de remediarlas.
  • Don de temor de Dios, el cual es, por excelencia el de la lucha contra el pecado

De todo lo que conlleva este acto me quedo con que es el acto en donde se imprime en el alma una marca espiritual indeleble, el “carácter”, que es el signo de que Jesucristo ha marcado al cristiano con el sello de su Espíritu revistiéndolo de la fuerza de lo alto para que sea su testigo.

Y, de todo esto me llevo una ilusión que es la causante del brillo de mis ojos en cuanto menciono dicho sacramento, una emoción la cual perdura y perdurara en el tiempo desde la imborrable fecha para mi memoria, día 11, y una vivencia la cual jamás olvidaré y la cual se me permitió vivir de la manera mas especial, tan especial, que no cabe lugar en ninguno de mis mejores sueños tenidos y por tener.

Eva Sena