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En primer lugar, hay que decir que el Corazón es el símbolo de la vida. Por tanto, representar a Jesús como Corazón de Jesús es recordarnos que está vivo. A veces caemos en el error de hablar de Jesús en pasado. Sin embargo, la Iglesia habla de Cristo como el que vive eternamente porque está resucitado. Él sigue hoy junto a nosotros y podemos vivir ese trato de amistad, amor, comprensión, de corazón a corazón como sus discípulos y amigos, tal y como nos cuentan los evangelios.

Lo propio de la amistad es el afecto que une a dos personas. Cuando mayor es esa unión, más se comparte la intimidad. Dios al revelarnos su amor, su corazón, sus deseos de ser amado nos ha mostrado su intimidad.

Nos cuesta mucho comprender cómo alguien tan insignificante como nosotros si nos comparamos con todo un Dios, pueda al mismo tiempo ser tan importante.

Dios ama de verdad, en el amor auténtico siempre hay un deseo de correspondencia. No puede uno amar sin desear al mismo tiempo ser amado por la otra persona.

Precisamente porque Dios ha querido necesitar de nuestro amor, experimenta también nuestra falta de amor como un dolor. Y los actos contrarios al amor, el pecado, produce dolor en el Corazón de Dios.

Por eso, la espiritualidad del Corazón de Jesús, sensible a esta verdad, ha cuidado siempre la actitud y los actos de reparación, poniendo un amor especial en muchas cosas de las que uno hace para compensar nuestras propias ofensas y también las de hombres que viven lejos de Dios.

Dios desea que le acerquemos muchas almas que puedan experimentar su amor y misericordia.

La manifestación del amor de Dios ha llegado al extremo. Ese extremo, es amar hasta donde ya no se puede amar, es la cruz. Evidentemente esto se ha realizado en el Corazón humano de Jesucristo. Si queremos conocer la medida del amor divino tenemos que acudir a la pasión, donde experimentamos aquello que tan bellamente dijo San Pablo en su carta a los Gálatas: “me amó y se entregó a la muerte por mí”.

Toda devoción tiene necesidad de signos sensibles. Aquí nos centraremos en el Cerro de los Ángeles en Getafe ya que hace un año celebramos su centenario.

En cuanto al antiguo monumento:

Se construyó con el fin de consagrar España al Corazón de Jesús el 30 de mayo de 1919. Podríamos decir que esto fue el colofón de un recorrido que comienza en Paray Le Monial, donde el Corazón de Jesús se revela a Santa Margarita. Le muestra su amor y su deseo de ser honrado públicamente, al tiempo que le propone las prácticas de la reparación y la consagración. La consagración se le propone tanto a nivel personal como colectivo.

Esta espiritualidad entra en España a través del libro del Padre José Gallifet. Otro jesuita, Bernardo Francisco de Hoyos, descubrirá el libro en la Biblioteca del Colegio de San Ambrosio donde residía y se sentirá llamado a propagar esta espiritualidad por toda España. Escuchó del Corazón de Jesús la llamada Gran Promesa: “Reinaré en España y no con menos devoción que en otras partes”.

Poco a poco fue calando la importancia del Corazón de Jesús entre los cristianos de España. Los papas fueron recomendando cada vez más el culto al Corazón de Jesús. León XIII consagró el mundo al Corazón de Jesús en 1899.

Así en torno al año 1900 Francisco Belda y Pérez de Nueros propone la construcción de este monumento. Había elegido este lugar por ser “el centro geográfico de la Península, o sea, el punto en el que se cortan dos líneas diametrales trazadas desde el cabo Ortegal hasta el de Palos, y desde el de Creus al Espichel”. “La elevación del Cerro permite divisar perfectamente desde muchos puntos de Madrid y de sus alrededores el admirable monumento”. También por convertir el Sagrado Corazón en el centro del país.

Durante aquellos años fueron haciéndose algunos intentos de consagración, como la que realizó el P. Postius en el mismo El misterio del Corazón de Cristo trono del Palacio Real, en presencia de Alfonso XIII durante el congreso Eucarístico de 1911 o la que se hiciese, unos días después, cuando de manifestó públicamente el deseo de que la Almudena, cuya cripta acababa de inaugurarse, fuese el templo nacional dedicado al Sagrado Corazón.

En 1914 la idea fue retomada por Ramón García Rodrigo de Nocedal, quien se la comunicó al P. Mateo Crawley y a San José María Rubio, que comenzaron una gran campaña nacional que permitió que en 1916 se pudiese colocar la primera piedra del monumento. Y el 30 de mayo de 1919 todo estuviese a punto para que el Rey Alfonso XIII hiciese el acto público de Consagración.

El 7 de agosto de 1936, primer viernes de mes, milicianos llevaron a cabo una «ceremonia» por ellos mismos fotografiada, de fusilar la imagen de Jesús. Tras ello, procedieron a la destrucción de las esculturas, primeramente «a mano» y por último, dada la dureza de su material, recurrieron a la dinamita hasta lograr reducirlo a ruinas. Estas ruinas sen conservan, trasladadas de su lugar original que hoy ocupa el nuevo monumento a la zona norte de la explanada.

El Santuario y el nuevo monumento

Una vez terminada la guerra se decidió reconstruir el monumento de forma que recuerde al antiguo, pero con una cripta que permitiese el culto en el lugar. La imagen se volvió a encomendar a Aniceto Marinas y el proyecto lo llevó a cabo Pedro Muguruza y reformado por Luis Quijada.

Pero el nuevo monumento es algo más grande, alcanza los 11 metros y medio, respecto a los 9 de anterior. A estos 11 hay que añadir una base de 26 metros y la altura de la cripta, 18 metros y medio. Un total de 56 metros. El nuevo monumento dobla la altura del anterior.

El primer monumento tenía dos grupos escultóricos. El primero representa la humanidad santificada con un grupo de santos relacionados con la espiritualidad del Corazón de Jesús. Y el segundo la humanidad santificándose, con personajes simbólicos que representan virtudes, estados de vida y sacramentos que ayudan a la santificación.

Estos grupos se mantienen en el nuevo monumento, pero se añadieron otros dos, que representan a la España defensora de la fe y a la España misionera.

El monumento se inauguró del 25 de junio de 1965, con la renovación solemne de la consagración y un año jubilar, desde el 30 de mayo hasta el 30 de junio del año siguiente. El domingo 5 de julio de 1975 se inauguró y abrió al culto el actual Santuario.

Ahora que hemos celebrado su fiesta y renovado nuestro compromiso con Él os invito a visitar estos monumentos, centro de la fe y con gran valor artístico.

Marta Martín Quiroga.

Voluntaria con Corazón.