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De vuelta al ruedo y con la creatividad cargada amanece un día nuevo de la mano de septiembre.

Tantos días separados, pero continuamente unidos junto a Dios, han pasado desde nuestro último blog con uno de nuestros gigantes en el mundo de la poesía, con Valentín Arteaga.

Infinidad de días de la mano de Dios nos esperan para compartir nuevas obras, para asistir a increíbles eventos, para seguir sorprendiéndonos de la mano de todos nuestros artistas, para cumplir tantos sueños que siempre dejamos sin cumplir y para sentir juntos las emociones que todos nuestros artistas nos transmiten con sus obras, ya bien con sus escritos, ya bien con su música, ya bien con sus películas, ya bien con sus fotografías… En resumen, con el arte que Dios les ha dado y que ellos no han puesto ningún reparo en aceptarlo para enseñárnoslo.

Yo como siempre, pensando en que contaros, y, tras tanto pensamiento este último es el que me ha dicho que es el que debe de salir a la luz. El pensamiento del recuerdo de mi paseo en el atardecer por uno de mis lugares favoritos de esta gran ciudad llamada Madrid.

Veréis, en mis últimos días del mes de agosto, disfrutando de un largo paseo por el tranquilo Madrid Rio andaba recopilando acontecimientos, hechos y realidades sucedidas en este periodo de vacaciones (para la mayoría de nosotros) porque siempre hay que pensar que no el cien por cien puede disfrutar de vacacionar en el mes preferido por todos, agosto.

Mientras navegaba por mis recuerdos de este ultimo mes, El, como siempre, estaba en ellos presente, diciéndome en algunos recuerdos dónde le había dejado, en otros recuerdos diciéndome que por qué no le había escuchado y en todos y en cada uno de los recuerdos diciéndome también que a pesar de los pesares Él siempre ha estado.

Y en este caso la cuestión no es El, la cuestión soy yo. La cuestión es donde le dejo a la hora de realizar uno de mis hobbies más apasionados como es la poesía; la cuestión es a quién escuchan mis oídos cuando pido y reclamo inspiración a la hora de escribir, y puestos a cuestionarnos, otra cuestión es, porqué no soy capaz de dejarlo todo cuando lo debo dejar y abandonarme en El cuándo en El me debo abandonar en cuanto me encamino ya no solo en el arte, sino también, en cualquier que hacer por insignificante y simple que resulte.

¿Sabéis qué?

Que para mí septiembre es uno de mis mejores meses.

¿Y sabéis por qué?

Porque es como un volver a empezar. Ese volver a empezar del que escuché hablar hace unos cuatro días en la parroquia a la que suelo ir por cercanía. Ese volver a empezar en todo lo que hacemos y en cualquiera de los aspectos. Ese volver a empezar cuando nos sale algo mal y miramos a Dios y es El quien nos hace continuar o volver a empezar por muy mal que nos pueda parecer su plan. Ese volver a empezar, sobre todo, cuando no hay manera de que salga una obra que plasme lo que el corazón siente, o inclusive cuando una obra recién finalizada o a punto de estar terminada nos transmite algo totalmente distinto a lo que teníamos dibujado en nuestra inspiración.

Y tras estos dos “sabéis” sólo me queda animaros a estrenar este nuevo empezar, ante todo y sin lugar a dudas, de la mano de Dios; y, seguidamente haciéndolo de la forma en que lo estoy haciendo yo (o al menos lo estoy intentando), dividiendo el modo dependiendo de uno de estos dos aspectos.

Del modo en cuanto me planto en frente del folio en blanco para teclear todo aquello que mi corazón siente y mi razón supone, teniendo siempre presente al Señor para que no me quepa ninguna duda de que lo transcrito, anotado o transmitido es justo lo que el Señor quiere que escriba y transmita, modo el cual estoy llevando a cabo a partir de ayer.

Y del modo en cuanto me freno ante una obra de arte, no para entenderla a mi manera, ni para verla a través de mis ojos ni para sentirla por mis latidos. Si no, para entenderla, así como el Señor ha querido que sea realizada, con el fin de que mi atención se pare en ella para tocar alguna de las cosas que mi corazón lleva; para verla con la mirada de la sabiduría y entendimiento de El y para sentirla como si fuese yo la autora de la obra y no la espectadora de ella.

Os deseamos un feliz y entusiasmante curso lleno de Arte y Fe.

Eva Sena,