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Transitó por la niebla y por la inutilidad del crepúsculo, navegó por las barcas de la memoria, mendigó un poquillo de claridad y subió los peldaños precisos para, ahora, desde la plenitud, regalarnos una maravillosa antología de poesía religiosa. Valentín Arteaga acaba de publicar un bellísimo librito. Generoso, discreto, humilde y, al mismo tiempo, grande y maravilloso –en palabras de Isabel Lozano–, el poeta y sacerdote teatino de Campo de Criptana se presenta a sus lectores con una deliciosa antología a la que ha puesto el enigmático y cautivador título de  Mientras la noche va a sus escondites. Se trata de un poemario muy personal que se divide en dos partes claramente diferenciadas. La primera –De los labios al alma– recoge una selección de veintiocho poemas, ahora revisados y corregidos levemente por su autor, de libros publicados de inspiración explícitamente religiosa. Componen la segunda parte –Las otras oraciones (Iranzu, 2017)–, catorce poemas inéditos, “puro canto espiritual”, según definición del propio Valentín Arteaga. Sesenta años, por tanto, de producción poética iniciada con La esperanza del barro (Mallorca, 1957).

El libro está prologado por Antonio Cabrera, joven teatino de Tomelloso, que nos invita a apropiarnos de unos poemas para “la vida, para la fe, para la lucha continua de estarse uno buscando siempre y descubrirse reflejado en la retina de Dios”. Además, cuenta con un magnífico epílogo de Pedro Antonio González Moreno, escritor también manchego, de Calzada de Calatrava, que ha obtenido recientemente el prestigioso Premio Café Gijón por su novela, La mujer de la escalera.

La antología se vistió de largo en Madrid, en un acto celebrado en la cripta de la Parroquia de la Virgen de la Providencia y San Cayetano con presencia de Valentín Arteaga, Antonio Cabrera y Pedro Antonio González Moreno. También se ha presentado en el convento de dominicas de Santa Catalina de Siena, en Alcalá de Henares. El autor contó con la compañía del obispo, Juan Antonio Reig Pla, y el vicario general de esta diócesis, Florentino Rueda. Participaron, a su vez, la superiora de la congregación, María del Mar Castro, escritora mística con varios libros publicados, y la historiadora María Jesús Vázquez. El padre Luis García Gutiérrez y el escritor Francisco Peña también acompañaron a Valentín Arteaga en su paso por Alcalá.

El autor ha querido también dar a conocer su obra a sus paisanos de Campo de Criptana, Tomelloso y Argamasilla de Alba. Valentín Arteaga recaló primero en su querido salón de actos de la Biblioteca Francisco García Pavón de Tomelloso. Allí emocionó al auditorio al recitar algunos de sus versos. Intervinieron también la directora de la Casa de Cultura, Rocío Torres, y el padre Ismael Correa, Prepósito Provincial de los Teatinos, que reconoció haber enriquecido su vocabulario gracias a Valentín Arteaga y aseguró “haber descubierto la esperanza en su poesía. Este libro nos coloca delante de Dios”, concluyó.

“El pueblo fue mi maestro”, con estas palabras salidas del alma resumió Valentín Arteaga la íntima relación que mantiene con su Campo de Criptana natal. Fue durante el acto celebrado en el magnífico marco de El Pósito de la villa de los molinos. El poeta también conmovió aquí al público como colofón de una magnífica velada que abrió el alcalde de Campo de Criptana, Antonio Lucas Torres. El primer edil expresó la admiración y el sincero cariño que siente por quien es hijo predilecto de la villa.

Argamasilla de Alba, el Lugar de La Mancha, y en concreto su universal Casa de Medrano por ser la cuna del Quijote, y el Santuario de la Virgen del Castañar en Béjar han sido los dos últimos escenarios en acoger la presentación del poemario. El concejal de Cultura, José Antonio Navarro, ejerció de maestro de ceremonias en la villa cervantina dibujando algunas líneas muy certeras sobre la trayectoria de Valentín Arteaga. También participó la presidenta de los Académicos de la Argamasilla e hija predilecta de la localidad, Pilar Serrano de Menchén, para quien “un ramo de esperanza nos regala Valentín Arteaga en su poemario con título iniciático, Mientras la noche va a sus escondites, por medio de metáforas que buscan siempre el gozo del amor”.

Y es en ese amor profundo en el que Valentín Arteaga nos descubre a Dios. ¿Hay mejor regalo que poder seguir la luz plena que nos muestra el poeta en sus versos? Pidamos: ¡Una cerilla, por favor! –como hace él– para que el Señor nos aclare los hondos escondites de nuestro corazón, / a ver si así acertamos / a mostrarles tus señas a los hombres.

Amén.

Jaime Quevedo Soubriet,