Por mi condición de enfermera, he tenido el gran regalo de poder acompañar a más de una persona, mientras recibía el Sacramento de la Unción de los enfermos. Verdaderamente, un Sacramento de vivos y no de muertos. Y es curioso, que es casi imposible, encontrar una obra de arte que refleje lo grande que es este regalo que Jesucristo nos ha dado para el momento más importante de nuestra vida, para lo que hemos vivido siempre: el paso a la vida Eterna.

He elegido esta obra (Cuadro de Nicolas Poussin. La Extrema unción) casi desconocida, porque retrata lo que “no es” este Sacramento: una persona moribunda, casi cadáver, recibiendo la Unción del sacerdote.  Esta es la visión que durante mucho tiempo se ha tenido de la Unción, e incluso ahora. ¡Cuantas veces he oído eso de “que no se entere”! Porque parecía que ver al sacerdote entrar por la puerta, era ver entrar a la misma muerte.

¿Verdaderamente no quieres que se entere ese familiar al que amas?

  • ¿No quieres que reciba este regalo de Dios para que le ayude a sanar y purificar su espíritu?
  • ¿No quieres que reciba el consuelo, la paz y el ánimo para recibir las dificultades de la enfermedad que está padeciendo?
  • ¿No quieres que reciba la curación del alma, y si es de Dios, incluso la del cuerpo?
  • ¿No quieres que quede libre de sus pecados y se le conceda la salvación?

Como ya he dicho es un Sacramento de vivos ¡DE VIVOS! Y por eso hay que recibirlo en estado de gracia. Y con la suerte que tenemos de poder recibirlo las veces que hagan falta. Tanto si estoy sufriendo una enfermedad, o si voy a ser intervenida de algo complicado. O simplemente, por tener tanta juventud acumulada, que quisiera tener mi equipaje siempre preparado. Por eso, ahora es más corriente hacer celebraciones comunitarias en las parroquias, para la gente más mayor.

Si se puede, va unido siempre al Sacramento del Perdón. Pero si ya no puede el enfermo contar en voz alta sus faltas, el sacerdote le dará la absolución bajo condición, y, seguidamente, recibirá la unción. El Señor no nos deja en ninguna situación.

Estamos viviendo unos tiempos, donde la muerte se ha desechado y no se ve bien hablar de ella. Nos empeñamos en vivir, y si puede ser, más y mejor; pero ya no sabemos como morir. Yo tengo claro lo que quiero. Y así lo he escrito en mi testamento vital. Y aquí lo dejo por escrito. En el momento que me llegue mi hora, no tengáis miedo de decirme que el Señor viene a verme para acompañarme y sostenerme en ese momento dónde nadie más puede hacerlo. Dejarle entrar. Os estaré eternamente agradecida.

Patricia Franco

Enfermera