IMAGEN RRSS 26-02-2019

Cincel y martillo en mano

va el artista puliendo su obra.

Despacio, con calma.

Acaricia la piedra,

rozándola apenas.

Con ternura,

para que no se estremezca.

 

Cuando después de años,

a la luz asoma

lo que parece forma,

uno no se ha dado cuenta

de que alguien pule su roca.

 

De pronto, el hombre que vive dentro

de ese frío bloque de piedra

se asombra, levanta la mirada

y al verse moldeado por otro,

se altera.

Más aún se retuerce:

Llama el orgullo a la puerta.

 

El artista lo nota.

Se para. Hace presente su autoría

con sigilo,

procurando no aplastar con su Gloria

al frágil hombre de roca.

 

Y el hombre,

reconociendo en Él a su dueño,

reconociendo en Él a su padre,

moldearse se deja.

No obstante duele.

No obstante, quema.

 

Pero, ¿cómo dejar de dar gracias a aquel

de quien no ha recibido la esencia?.

 

Inés de Medrano.