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Bautizados y enviados. Este fue el lema propuesto por el Papa Francisco para la celebración del Mes Misionero Extraordinario en octubre de este pasado 2019.

Este lema resume a la perfección la llamada de todo cristiano a anunciar la Vida de Cristo y con Cristo. No como una forma de proselitismo, sino como una respuesta natural de todo hombre que, tras el encuentro personal con Jesucristo, sale a anunciar las grandezas que Dios ha hecho en su vida. “No podemos callar lo que hemos visto y oído” Hechos 4,13-21.

Y es que, cuando Dios se cuela en el corazón del hombre, el hombre no puede sino hablar de aquello que inunda su vida de paz y alegría. Por ello, dice el Papa Francisco: «todo bautizado y bautizada es, en sí mismo, una misión. Quien ama se pone en movimiento, sale de sí mismo, es atraído y atrae, se da al otro y teje relaciones que generan vida».

Así pues, yo también estoy llamada a ser misión en los ambientes es que me muevo, en mi familia, mi trabajo, mis amigos…

¿Y qué tiene que ver el arte en todo esto?

Para mí, no hay mejor respuesta que otra pregunta: ¿no es acaso el arte un medio para generar vida, para movilizar el corazón del hombre hacia Dios?

Así, el arte ha sido instrumento de las misiones de la Iglesia en todo el mundo, para el anuncio de la belleza del mensaje de Cristo. Es más, con esta inquietud, nació la Asociación Arte y Fe: con la inquietud de comunicar al mundo actual, la belleza del amor de Dios, a través del arte.

En mi vida reconozco cómo antes de conocer a Jesucristo, la música y el cine, suscitaron en mí una inquietud grande por conocerle. Recuerdo con especial cariño la cinta de radio caset (y no soy tan mayor) de la banda sonora de la película «The Misión» que sonaba en el coche una y otra vez en cada viaje. La pieza «On earth as it is in heaven» o el «Ave María guaraní» conseguían suscitar la duda de si detrás de esa música, no podría estar Dios.

Hace unos meses, durante la preparación del MIR al que me presentaba en enero, cuando rezaba en biblioteca, me ponía a escucharlas de nuevo como preámbulo de mi estudio, para ofrecerlo como parte de esa misión concreta de llevar a Dios a mis compañeros de oposición.

La película, cambió también mi perspectiva a la hora de prejuzgar la labor de las misiones de la Iglesia y quise, como el personaje que encarna Robert de Niro, encontrar aquello que hace a un jesuita entregar la vida en la selva guaraní.

Por ello, creo que mi vida de fe es en parte fruto de todos aquellos que, queriendo transmitir a Dios, han dedicado su vida a hacerlo a través del arte. Y lo único que puedo hacer es SER MISIÓN, anunciar las maravillas que ha hecho el Señor en mi vida, también a través del arte.

Inés de Medrano,