Los cuatro evangelios recogen con variantes este peculiar episodio, el único donde el lector tiene ocasión de descubrir a un Cristo que manifiesta cierto grado de violencia verbal y física. En la versión de san Juan, esta peripecia está separada del milagro de las bodas de Caná por una sola frase, que explica Jesús, que había bajado de la ciudad de Cafarnaún “con su madre y sus hermanos y sus discípulos”, pasó muy poco tiempo en ella. A continuación subió a Jerusalén, con motivo de la Pascua judía, y descubrió unas prácticas comerciales muy irritantes: “Y encontró en el Templo a los vendedores de bueyes, ovejas y palomas, y a los cambistas en sus puestos. Haciendo un látigo con cuerdas, echó a todos fuera del Templo, con las ovejas y los bueyes; desparramó el dinero de los cambistas y les volcó las mesas; y dijo a los que vendían palomas: ‘Quitad esto de aquí. No hagáis de la Casa de mi Padre una casa de mercado’”. La versión de san Mateo es aún más explícita: “Mi Casa será llamada Casa de oración. ¡Pero vosotros estáis haciendo de ella una cueva de bandidos!”. Palabras que repiten textualmente san Marcos y san Lucas, pero también lección virtuosa en la que quizá no estaría de más que siguiera meditando algún que otro guardián de lugares sagrados…
Extracto de “La Biblia explicada a través del arte” de Gérard Denizeau
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