El pasado 8 de diciembre, solemnidad de la Inmaculada Concepción, el papa Francisco inauguró un año dedicado a San José con motivo del 150º aniversario de la declaración del santo como Patrono de la Iglesia Universal. El anuncio se hizo a través de una carta apostólica titulada Patris Corde, el la cual el papa reflexiona sobre la figura de san José en diferentes aspectos de su vida. Lo presenta como:
Padre amado, padre de Jesús, esposo de María, y figura fundamental para la Iglesia, admirado y amado por muchos santos, como por ejemplo santa Teresa de Jesús, quien lo tomó como abogado e intercesor.
Padre en la ternura, que acompañó a Jesús niño durante su vida, que sintió ternura por él, que le cuidó y veló por su bien a pesar de todas sus debilidades.
Padre en la obediencia, al que Dios le encomendó su misión a través de sueños y que en cada circunstancia de su vida supo pronunciar su “fiat”, como María en la Anunciación y como Jesús en Getsemaní.
Padre en la acogida, tanto con María como con Jesús, a pesar de no entender el significado de todo lo que ocurría. José deja de lado sus razonamientos para dar paso a lo que acontece, acogiéndolo, asumiendo su responsabilidad y reconciliándose con su propia historia.
Padre de la valentía creativa, que nos demuestra que a veces las dificultades son precisamente las que sacan a relucir recursos en cada uno de nosotros que ni siquiera pensábamos tener. Así José, gracias a esa valentía creativa, fue capaz de salvar a María y a su hijo: de buscar un lugar lo más confortable posible para que María diera a luz, de sacar a su familia de Belén para huir de la amenaza de Herodes, de sacarles adelante durante toda su vida.
Padre trabajador, carpintero honesto que trabajaba para sacar adelante a su familia.
Y, por último, padre en la sombra, sabiendo siempre cuál era su lugar: ser el padre adoptivo de Jesús, que ante todo es hijo de Dios. José fue capaz de amar de una manera extraordinariamente libre. Nunca se puso en el centro. Supo cómo descentrarse, para poner a María y a Jesús en el centro de su vida y de la de todos los hombres.
Este último aspecto de la vida de José nos lleva directamente al tema que vamos a desarrollar aquí hoy, que es, cómo se le ha representado en el arte a lo largo de la historia, y es que, a pesar de la importancia que tuvo san José en la historia de la salvación, durante la mayor parte de la historia del arte ha sido un personaje completamente secundario.
Hay numerosísimas obras que representan escenas en las que san José aparece como “mero espectador”. Un ejemplo de ello lo encontramos en “La Natividad” de Giotto, en la Capilla Scrovegni, donde san José aparece como un anciano que duerme mientras María da a luz a Jesús.
Lo mismo ocurre en el “Tríptico de la Adoración de los Magos” de El Bosco, en el Museo del Prado. Os animo a que antes de seguir leyendo hagáis el esfuerzo de buscar a san José. ¿Difícil verdad? San José, también representado como un anciano, está en la tabla lateral izquierda, agachado, de espaldas, en una esquina, secando los pañales del niño. Representado como un personaje completamente secundario en la obra.
¿Cuándo cambió esto? ¿Por qué empezamos a ver obras en las que san José tomaba algo más de importancia? Se lo debemos a Jean Gerson, que escribió en 1418 un poema dedicado a san José y que inspiró al dominico Isolanus para escribir, en 1522 la Suma de los dones de san José. Esta obra sedujo especialmente a las órdenes monásticas, ya que san José encarnaba el modelo natural de religioso pues había poseído en u alto grado las virtudes de pobreza, castidad y obediencia. Así, los conventos fueron los primeros en exaltar su culto. Como ya hemos dicho antes, santa Teresa de Ávila fue la que más promovió la figura del santo. Tanto fue así que le dedicó su primer convento, el de Ávila. Por este motivo en el siglo XVI España fue la tierra predilecta de san José.
Por ese motivo en el siglo XVI se multiplicaron las imágenes de san José. No se tardó en formularse una pregunta: ¿cómo había que representarlo? ¿Deberían mantener la estética de anciano o habría que rejuvenecerlo? Ambas opciones tuvieron sus adeptos. La tradición era muy fuerte y José había sido siempre representado como un anciano, pero por otro lado se pensaba en él como “un hombre joven, fuerte y vigoroso, que podía servir de protector de la Virgen”.
Carlo Maratta, pintor italiano del siglo XVII, a pesar de que tiende a representar a san José en numerosas ocasiones, no deja de representarle como un anciano, calvo, con arrugas y barba blanca.
Sin embargo, el artista francés Simon Vouet optó por la versión joven de san José.
En España el pintor por excelencia de san José fue Murillo. No puedo dejar de mencionar la siguiente obra, ya que no solo es una auténtica obra maestra del barroco español, sino que es además de una belleza abrumadora. “La Sagrada Familia del Pajarito”, del Museo del Prado, nos muestra a san José como ese padre de ternura que menciona en papa Francisco en la carta apostólica. Es representado como un padre joven que juega con su hijo mientras su madre los mira mientras teje. Esta obra me permite además introducir que san José empezó a aparecer como protagonista de algunas obras, siendo incluso, en ocasiones, el único personaje de la escena. Aún así será mucho más común encontrarle de la mano del Niño. En el convento de san José de Ávila, una escultura del santo junto al niño Jesús preside el acceso al templo. En esta imagen san José porta en su mano un báculo florecido, símbolo de su virginidad.
En ocasiones encontramos una escena particular en la que Jesús corona a José como símbolo de agradecimiento por haberle salvado la vida al llevarle a Egipto. Giovanni Battista de Lectis dijo: “Es por eso por lo que merecería, como los antiguos, recibir la corona cívica”. Os eneño uno en concreto que es muy curioso, porque no se trata del niño coronando a José, sino de Cristo sosteniendo la cruz, de la mano del extremeño Zurbarán.
A pesar de esta obra la tendencia general siempre ha sido volver a la infancia de Jesús para las representaciones de san José. Por ejemplo, la obra del artista italiano Guido Reni, en la que el Niño acaricia tiernamente la barba de su padre.
Una última manera de representar a san José era en su lecho de muerte, ya que es el patrón de la buena muerte. Muchas cofradías, formadas bajo su advocación, le habían elegido como intercesor. Se cree que la primera representación de este tema se remonta al siglo XVI, pero el ejemplo que quiero enseñaros se realizó en plena ilustración de la mano de uno de los grandes maestros de la pintura española. Goya dedicó un par de cuadros a san José. Uno es “El Sueño de San José”, donde lo representa como un hombre joven. La otra es “El Tránsito de San José”, realizado en el año 1787 y que se localiza en el Museo de Valladolid. En él aparece san José en su lecho de muerte, acompañado por su mujer y su hijo.
Cuanto más avanzamos en la historia más cuesta encontrar obras que representen a san José, pero está claro que durante unos cuantos siglos fue muy importante para la historia del arte. A vosotros, lectores, que muchos sois artistas o amantes del arte, os animo a que busquéis a san José en los museos y que os lancéis a representarle. Aún quedan muchos años de historia del arte y estáis a tiempo de seguir haciendo que esta iconografía evolucione.
No tengo mejor forma de acabar este artículo que con la oración a san José que Su Santidad nos propone en Patris Corde:
Salve, custodio del Redentor
y esposo de la Virgen María.
A ti Dios confió a su Hijo,
en ti María depositó su confianza,
contigo Cristo se forjó como hombre.
Oh, bienaventurado José,
muéstrate padre también a nosotros
y guíanos en el camino de la vida.
Concédenos gracia, misericordia y valentía,
y defiéndenos de todo mal. Amén.
Lucía Montoya
Graduada en Historia del Arte
Gracias, me ha encantado