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Vivimos en un mundo que está falto de amistad. Estamos tan ocupados, vamos siempre tan deprisa que al final nos olvidamos de lo esencial. La eficacia, la inmediatez, que son el ruido de nuestra vida se están comiendo las cosas más importantes, entre ellas, la amistad. Ya no “perdemos” el tiempo con los amigos, no conversamos, no dialogamos. Quizás por eso cada vez tenemos más conocidos y menos amigos.

Sin embargo a los largo de la historia los Libros Sagrados, filósofos y poetas, Santos y ensayistas, nos hablan de amistad.

El filósofo griego Sócrates aseguraba que prefería un amigo a todos los tesoros del rey Darío.

¿Qué es la amistad? La amistad es un afecto entre personas, recíproco y desinteresado, que nace de la mutua simpatía y estima, y se fortalece con el trato.

Para el poeta latino Horacio un amigo era la mitad de su alma.

La amistad es verdadera cuando se da una comunicación profunda entre las personas; cuando se busca el bien para el otro; cuando te importa la vida del otro y deseas lo mejor para él.

 El respeto a libertad del otro, a sus tiempos, a sus opiniones, a su manera de ser y actuar es uno de los pilares fundamentales de la amistad. Es un respeto que da pie a la sinceridad y la confianza mutua.

Por eso San Agustín no vacilaba en afirmar que lo único que nos puede consolar en esta sociedad humana tan llena de trabajos y errores es la fe no fingida y el amor que se profesan unos a otros los verdaderos amigos.

La amistad se cultiva  con el trato asiduo, la lealtad, la solidaridad, el compromiso y el interés recíproco por el bien del otro. La esencia de la amistad es el compartir.

Aunque no solamente surge con quienes tenemos más afinidades en cuanto a gustos e intereses, o con quienes tenemos más parecido, sino que puede aparecer entre personas muy dispares.

De hecho, a veces ese es un factor que fortalece la amistad, pues una buena amistad complementa y enriquece a la persona, no solo en el intercambio de ideas, información y sentimientos, sino también en el hecho de compartir los buenos y malos momentos de la vida.

Aristóteles, padre de la filosofía occidental, tenía un alto concepto de la amistad, tanto, que la consideraba una de las necesidades más importantes de la vida.

Siendo la amistad tan loada, estando tan valorada, hasta el punto de considerarla la necesidad más importante de la vida, ¿Qué nos está fallando para estar viviendo en un mundo tan falto de amistad?

Sobre esto nos puede dar una luz el ensayista español Ortega y Gasset cuando escribía que una amistad delicadamente cincelada, cuidada como se cuida una obra de arte, es la cima del universo.

 Y es que la amistad no sólo es una obra de arte, sino que es un arte en sí. El arte de la amistad.

Un arte en el que entra en juego la dedicación, el tiempo, la creatividad, el ingenio, la honestidad… Es arte y como tal tiene deferentes disciplinas. Entendiendo como disciplina el conjunto de reglas o normas cuyo cumplimiento de manera constante conducen a cierto resultado ¿Cuáles serían las disciplinas que se deben cuidad en el arte de la amistad?

En su libro “Razones para el amor”, Martín Descalzo analiza seis pilares que sostienen la verdadera amistad. Estos seis pilares bien podrían ser esas disciplinas a cultivar del arte de la amistad.

La primera es el respeto a lo que el amigo es y como el amigo es.

En segundo lugar la franqueza, que está a media distancia entre la simple confianza y el absurdo descaro. Franqueza como confidencia o intimidad espiritual compartida.

En tercer lugar la generosidad como don de si, no como comprar al amigo con regalos.

La aceptación de los fallos iría en cuarto lugar.

Seguida de la imaginación, para superar el aburrimiento y hacer fecunda la amistad.

Y en sexto lugar la apertura.

Sin duda seis disciplinas que ejercitar si queremos “cincelar y cuidar como si fuera una obra de arte” nuestras amistades verdaderas.

Quisiera acabar este blog con algo que nos dice Dios a través de las Sagradas Escrituras, en las que encontramos numerosas citas que nos hablan sobre la amistad. Entre ellas ésta del Eclesiastés: “El amigo fiel es seguro refugio, el que lo encuentra ha encontrado un tesoro”.

María Diufaín,

Artista plástico