Benedicto XVI

No es casualidad que por los motivos que sean me haya parado a rebuscar entre la colección de cartas de los todos los Papas a los artistas.

No es casualidad que Dios haya querido que la carta que cayera en mis manos para releerla de nuevo sea la de Benedicto XVI.

No es casualidad nada de lo que sucede, todo tiene un por qué y nada va acompañado de interrogantes.

Así como tampoco es casualidad que esté hoy contándoos y hablándoos de uno de mis temas favoritos, del “arte”, a través de la carta del Papa Benedicto XVI.

Del arte que Dios nos regala con las increíbles obras de todos vosotros, los artistas, y con la gracia que nos concede a cada uno de nosotros, para que podamos apreciar el verdadero significado que contiene cada una de las obras y para que sepamos observar el auténtico valor de la belleza que se nos muestra en ellas.

Como nada es casualidad, la carta de Benedicto XVI a los artistas ha sido el tema elegido para vosotros. Porque, así como os he mencionado, mi deseo era hablaros de arte y ahí, ha sido quien ha sido, que me ha puesto la carta de Benedicto XVI para poder cumplir de la mejor forma posible el deseo con el que me he despertado. Porque creo que Benedicto XVI, con su carta a los artistas, ya no sólo lo expresa muy correcto y bello a la vez, sino que también nos hace un breve pero perfecto resumen de todas las cartas a los artistas ya escritas de los distintos Papas, como la carta de San Juan Pablo II y la de carta de San Pablo VI sin olvidarse, tampoco, de mencionar a grandes artistas como Perugino y Botticelli, Cosimo Rosselli o Miguel Angel Buonarroti, entre otros.

De la extensa y espectacular carta de Benedicto XVI me quedo con, exactamente, lo mismo que os comparto:

Principalmente, con el mensaje que me ha transmitido: arte es belleza, ya sea escrito por la pluma de la voz de quien lo haya escrito, ya sea pintado por el pincel del corazón de quien lo haya pintado, ya sea trabajado por la mente de quien lo haya pensado. Se mire por donde se mire y sea visto por los ojos de quien sean vistos arte no es otra cosa más que belleza; no me cabe la menor duda y creo que ninguno de nosotros, tampoco, lo pone en cuestión.

Seguidamente me quedo con la visión con que nos muestra Benedicto XVI sobre la belleza, la cual os explicaría con mis palabras, pero mis palabras no llegan ni a la sombra de las suyas; es por eso que os lo transcribo con sus mismas palabras: “La belleza auténtica, en cambio, abre el corazón humano a la nostalgia, al deseo profundo de conocer, de amar, de ir hacia el otro, hacia el más allá. Si aceptamos que la belleza nos toque íntimamente, nos hiera, nos abra los ojos, redescubrimos la alegría de la visión, de la capacidad de captar el sentido profundo de nuestra existencia, el Misterio del que formamos parte y que nos puede dar la plenitud, la felicidad, la pasión del compromiso diario.”

Y, si me tuviese que quedar con algo último, lo cuál no sucede porque ya os digo que de esta carta me quedo con todo, pero si tuviese que resaltar un tercer aspecto, en este tercer aspecto incluiría dos puntos: El primero, es la visión que me ha dado del arte con el pensamiento tan profundo que no puedo evitar copiar para vosotros las palabras con que Benedicto XVI lo ha expuesto: “El arte, en todas sus expresiones, cuando se confronta con los grandes interrogantes de la existencia, con los temas fundamentales de los que deriva el sentido de la vida, puede asumir un valor religioso y transformarse en un camino de profunda reflexión interior y de espiritualidad. Una prueba de esta afinidad, de esta sintonía entre el camino de fe y el itinerario artístico, es el número incalculable de obras de arte que tienen como protagonistas a los personajes, las historias, los símbolos de esa inmensa reserva de «figuras» —en sentido lato— que es la Biblia, la Sagrada Escritura.” Y el segundo, es cuando menciona la via pulchritudinis que es así como muy bien dice él: “un camino de la belleza que constituye al mismo tiempo un recorrido artístico, estético, y un itinerario de fe, de búsqueda teológica”

En definitiva, el releer esta carta ha hecho que valore muchísimo más de lo que ya valoraba antes el arte, ya que, aparte de belleza, es para mí también sinónimo de talento, de genio, de vocación, de maestría y de inspiración. Este pensamiento lleva a mi raciocinio a pensar que si todos los que no creen en el arte o lo ven de la forma que lo ven, lo viesen o al menos se concediesen la oportunidad y el intento de verlo, así como tan bien lo explica y redacta Benedicto XVI, el arte obtendría el inmenso valor y el profundo significado que contiene tal y como se merece.

Y, para terminar, un GRACIAS. Un gracias con el que nunca termino. Un GRACIAS a todos los artistas por vuestro talento, por tocar nuestra sensibilidad, por despertarnos, avivarnos o incluso descubrirnos sentimientos y por vuestra increíble generosidad al compartir con el mundo entero vuestro don, aún a sabiendas de la enorme responsabilidad que conlleva, y por aceptar y dejaros ser, como dice Benedicto XVI en su carta, los guardianes de la belleza; así como también os dice a todos los artistas en su carta: “Vosotros, queridos artistas, sabéis bien que la experiencia de la belleza, de la belleza auténtica, no efímera ni superficial, no es algo accesorio o secundario en la búsqueda del sentido y de la felicidad, porque esa experiencia no aleja de la realidad, sino, al contrario, lleva a una confrontación abierta con la vida diaria, para liberarla de la oscuridad y transfigurarla, a fin de hacerla luminosa y bella.”

Eva Sena.