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Y otro día más… y otro martes más… y otra publicación más…  Y es que no lo puedo evitar…

No puedo evitar, de tanto en tanto, el coger mi colección de escritos favoritos (colección en la cual no puede faltar documentos, escritos y demás en los que se mencionan a los artistas). Así como no puedo evitar tampoco el comentároslo y compartirlo con vosotros.

Hoy, os comparto no sólo una cosa, sino dos, más una confesión.

Hoy, a parte de compartir con vosotros este documento, comparto también mi devoción por Pablo VI y os confieso el origen de mi grandísima devoción por él. Devoción originada desde no hace mucho tiempo, a decir verdad. Exactamente desde su canonización que fue este pasado año, exactamente, el día 14 del mes de octubre.

No me pidáis porqué, pero desde que su canonización que fue cuando me empecé a interesar más profundamente por su vida y a leer y a estudiar sobre ella, de cada vez me ha ido entusiasmando más y más.

Y es esta tan profunda devoción la que me pide que os comparta uno de los documentos que os he mencionado al principio de este post, el cual es su carta a los artistas.

CLAUSURA DEL CONCILIO ECUMÉNICO VATICANO II

PABLO VI

MENSAJE A LOS ARTISTAS

A todos vosotros ahora, artistas, que estáis prendados de la belleza y que trabajáis por ella; poetas y gentes de letras, pintores, escultores, arquitectos, músicos, hombres de teatro y cineastas… A todos vosotros, la Iglesia del Concilio dice por nuestras voz: Si sois los amigos del arte verdadero, vosotros sois nuestros amigos.

La Iglesia está aliada desde hace tiempo con vosotros. Vosotros habéis construido y decorado sus templos, celebrado sus dogmas, enriquecido su liturgia. Vosotros habéis ayudado a traducir su divino mensaje en la lengua de las formas y las figuras, convirtiendo en visible el mundo invisible.

Hoy como ayer, la Iglesia os necesita y se vuelve hacia vosotros. Ella os dice por nuestra voz: No permitáis que se rompa una alianza fecunda entre todos. No rehuséis poner vuestro talento al servicio de la verdad divina. No cerréis vuestro espíritu al soplo del Espíritu Santo.

Este mundo en que vivimos tiene necesidad de la belleza para no caer en la desesperanza. La belleza, como la verdad, es quien pone alegría en el corazón de los hombres; es el fruto precioso que resiste la usura del tiempo, que une las generaciones y las hace comunicarse en la admiración. Y todo ello por vuestras manos.

Que estas manos sean puras y desinteresadas. Recordad que sois los guardianes de la belleza en el mundo, que esto baste para libertaros de placeres efímeros y sin verdadero valor, para libraros de la búsqueda de expresiones extrañas o desagradables.

Sed siempre y en todo lugar dignos de vuestro ideal y seréis dignos de la Iglesia, que por nuestra voz os dirige en este día su mensaje de amistad, de salvación, de gracia y de bendición.

8 de diciembre de 1965.