De nuevo yo, de nuevo El, de nuevo una hoja en blanco sin saber que poner tras el caos que me supone muchas veces el no saber que hacer y de nuevo El diciéndome que Enero, Septiembre, Abril, Julio, Febrero, Noviembre o el mes que quiera que sea o que fuere está siempre y recordándome a cada instante que Invierno, Otoño o Verano, da igual la estación del año que estemos pisando, Él está incesantemente.
De esto quería hablaros hoy, hoy que es 02 de Julio, fecha en la que creo que, por fin, ya se ha ido esta pesada ola de calor y fecha que nos indica el principio de las vacaciones para la inmensa mayoría de nosotros; lo cual nos implica en pensar en playa, en pensar en conocer el destino que tenemos planeado para veranear, en pensar en irnos de terrazas, en olvidarnos un poco (por no decir bastante) del estrés y de las responsabilidades del trabajo, en pensar en disfrutar al máximo los largos días que nos ofrece el verano y en pensar en aprovechar el buen tiempo que nos brinda esta estación, el verano, la estación preferida por casi todos nosotros.
Os lo tengo que reconocer, no os lo puedo ocultar, yo, hasta ayer mismo he pensado exactamente en lo mismo y sigo pensándolo, pero de un modo algo distinto. Al igual que también he estado, desde hace meses, contando los días para que llegase este verano; el cual será un nuevo verano con nuevos planes añadidos a los que tengo de costumbre, con nueva gente sin olvidarme de la de siempre y con nuevas experiencias ya bien inesperadas por mi sorpresa o ya bien deseadas por mis ganas de vivirlas.
Así como os he dicho que sigo pensando exactamente en todo esto que os he mencionado lo que con algún que otro matiz agregado, dejadme por fa, que os cuente el motivo de lo sucedido el cual me ha llevado a agregarle un solo pero importantísimo y vital matiz.
Veréis, hace un par de días, estaba preparando las cosas de la maleta que me tengo que hacer para irme estos cuatro días de escapada de finde largo, pensando en todo lo que me tengo que llevar, en lo que voy a tener que necesitar y demás, y de repente mi corazón sintió algo, algo que despertó el interés a mi razón y algo que me decía con absoluta firmeza y con tremebunda destreza: – ¿y yo? –
Pues es que es verdad, ¿y El? ¿Dónde le tenía el momento en que planeaba las vacaciones, el momento en que me las ingeniaba en cómo organizarme para disfrutar al máximo los largos días que nos regala el verano y el momento en que me las ideaba para aprovechar al 100% todos los días vacacionales que voy a vivir? Es más, sin ir más lejos, ¿dónde le tenía ayer, justo ayer, cuando estaba empezando a organizar los preparativos para la escapada? No puedo mentir, no le tenía en el mismo lugar que le tengo cuando necesito recurrir a El, ni en el mismo lugar que le tengo cuando las cosas vienen de la manera que no quiero que vengan y ni en el mismo lugar que le tengo cuando la desesperación intenta abarcar todo lo que mi ser pueda alcanzar. Simplemente y llanamente, no le tenía. Y así me van luego las cosas por no tenerle, mejor dicho, por no querer tenerle o por no querer percatarme de que le tengo. Porque tenerle, siempre le tenemos, siempre está, a la espera de todo, de lo bueno y de lo no tan bueno, sin importarle absolutamente nada, queriendo solamente estar con nosotros y contar con nosotros.
A raíz de ese sutil toque de atención que me hizo por su parte con su breve pero directa y razonable pregunta ¿y yo?, me paré a pensar y me dije a mí misma: -no señor, ni en mis planes de verano y ni en el lugar donde vaya a veranear mi fe no se va a quedar estacionada en la estantería como si de un libro de lectura más se tratase y mis compromisos con El no los voy a dejar anotados en la Agenda para a partir de los días de mi vuelta- porque el Sí que le di a Él se lo di acompañado de cinco letras más que juntas suman la palabra siempre. Y siempre es siempre, independientemente de lo que me toque vivir e independientemente de los días que vayan a venir. Porque así es su siempre hacia nosotros, un siempre sin excepciones, sin reproches y sin vacaciones.
Es por ello que a mi lista de cosas que hacer en vacaciones he anotado unas cuantas más, como por ejemplo, ir a misa (aunque a la gente con que vaya no le guste mi plan) o como por ejemplo, también, agradecer a Dios por cada segundo de mi vida que me regala y por la gente tan insuperablemente maravillosa que me presenta.
Y, de lo que no me quiero olvidar de meter en la maleta es el evangelio diario, puesto que su palabra es vida y mi vida sin su palabra es ceniza, mi libro de oraciones las cuales me recuerdan que siempre hay un momento al día para dedicar mi intimidad a Dios y dejarle que entre en mi corazón conversando con El y sobre todo para escucharle, ya que como dice mi Santa, Santa Teresa: “rezar es encontrar el camino hacia Dios” y este es el camino del cual no me quiero desviar y en el cual me quiero dirigir, y como no, en mi maleta no puede faltar nunca un libro, y esta vez el libro escogido para vacaciones no va a ser uno de poesía (como siempre llevo) sino que va a ser el que muero de ganas por empezar a leer. Este es uno de los libros sobre Pablo VI, quien me tiene prendada hasta la médula desde que fui a su beatificación, libro que tiene por título “Pablo VI, ese gran desconocido” escrito por Manuel Robles Freire – os dejo el autor del libro por si os entra curiosidad tengáis los datos completos -.
Eva Sena,